sábado, 26 de septiembre de 2009

LA INFORMACIÓN ES SALUD, EL TAMIFLU


La información es salud, no sólo porque un paciente puede gestionar mejor su enfermedad sino porque, en base a ella, se pueden tener actitudes que mejoren las condiciones de salubridad y de hábitos saludables. Esta es la finalidad última de las campañas sanitarias.
Ante lo que algunos denominan primera pandemia del siglo XXI, suponemos que más de uno habrá tomado buena nota de cómo esta influyendo internet en la gestión de la crisis. La aplicación de las nuevas tecnologías a la comunicación permite la transmisión instantánea, no sólo de información sino de ideas y juicios de valor, predominando la simplicidad en el mensaje y eliminando procesos de reflexión en los que ahora se estila en llamar “fast thinking”. Esto es un verdadero caldo de cultivo para generar alarma y para evitarlo no queda más alternativa que la formación acreditada. El viejo y paternal argumento de que el ciudadano no sabe gestionar su salud, con internet se cae por su propio peso.
Los temas de salud son, con diferencia, los temas más consultados en Internet y el medicamento es su elemento estrella. ¿Cómo es posible entonces que la industria farmacéutica tenga tan mala prensa? El principal argumento esgrimido es el de los efectos secundarios. La industria farmacéutica sólo aparece en prensa al retirar un medicamento del mercado cuando el balance riesgo-beneficio lo hace inaceptable. Pero este argumento no deja de ser de una simplicidad, también, inaceptable.
En occidente la comercialización del medicamento tiene dos modelos el que mantiene EEUU y el europeo. El primero considera el medicamento como una mercadería más, sometido a las formas más agresivas de las leyes de la oferta y de la demanda. Esta concepción mercantilista de la salud es precisamente la que ha dejado a millones de estadounidenses, el país más rico del planeta, sin cobertura sanitaria y está en el punto de mira de la administración Obama y su reforma sanitaria.
En Europa, sin embargo, se considera al medicamento como un bien sanitario y su precio está intervenido. Esto tiene sus consecuencias y se da la paradoja que quien vende, no vende al que compra, y el que compra no es el que paga. Efectivamente, quien vende es la industria farmacéutica al médico a través del visitador y quien compra es el paciente al farmacéutico, pero no paga, quien paga en su mayor parte es la administración. En esta situación es lógico que haya distorsiones y tensiones, pero ninguna comparable a la americana.
El problema surge con la globalización informativa de Internet, que evidentemente no hace distinciones, y se encuentra una industria europea sin poder publicitar sus productos y una americana sin trabas en ese sentido.
Es absurdo ponerle puertas al campo. Internet ha entrado en todos los hogares en la mitad de tiempo en que lo hizo la televisión. Desde que en la década pasada el presidente Clinton abrió la veda de la información sanitaria, con la apertura de la Medline, la mayor base de datos del conocimiento sanitario, existen millones de artículos con validez científica para uso y disfrute del público en general. La problemática surge entonces en cómo digerir tal ingente cantidad de información y sobre todo, cómo distinguirla de la información no contrastada. Existen estudios que citan que más de la mitad de las páginas web sanitarias no tiene información científicamente contrastada.
Se requiere de portales formativos en Internet, y la industria farmacéutica no sólo fabrica productos como el Tamiflu y deja otros sin fabricar por baja rentabilidad (Exubera, insulina inhalada), como, de igual forma, se hace pionera de esos portales.
Existe una crísis económica que afecta a todos los sectores, industria farmacéutica incluida. En cualquier sector mercantilizado se requiere mantener los dividendos. Sería absurdo pensar que previéndose una pandemia, la industria farmacéutica no se ponga las pilas y no reconozca la demanda que se avecina. Otra cosa bien distinta es que las leyes del mercado le permitan tener actitudes tan agresivas cuando se trata aspectos tan sensibles como el de la salud pública o se utilice a ésta como una auténtica mascarada de otros intereses. La industria farmacéutica es a la primera a la que le interesa que no le retiren un medicamento por sus efectos secundarios. Congratulémonos de que la pandemia de gripe que se avecinaba sea de la benignidad que aparenta, que hayan muchos interesados en descubrir nuevos tratamientos y demos la bienvenida a esta nueva compañera que se llama gripe A H1N1 y que sin lugar a dudas la tendremos durante muchos años.
En este ambiente de hipocondría generalizada, los trabajadores de la salud se han coordinado dentro de la blogosfera en una iniciativa en la que se pide "ante todo mucha calma".