viernes, 9 de noviembre de 2007

“LA ENFERMEDAD HACE AGRADABLE LA SALUD” (Heráclito de Efeso)


Empezamos a conocer el medio ambiente pero seguimos sin estar concienciados de la importancia de respetarlo, lo mismo ocurre con la salud y la enfermedad. Ya sea por ignorancia o por pura cobardía, sólo somos concientes de lo que es la enfermedad cuando la padecemos, pero ni tenemos conciencia de lo que es, ni por supuesto, la respetamos.
Ya es clásica la definición de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en la que establece que ésta no es sólo la ausencia de enfermedad sino el completo estado de bienestar físico, psíquico y social y que por tanto no sólo se debía poner en práctica aquel dicho de “más vale prevenir que curar” (medicina preventiva) sino que se debía vivir con criterios positivos (promoción de la salud).
Toda esta teoría se tropieza en la práctica con el problema, de que las deficiencias del sistema, nos obligan con frecuencia a actuar de bomberos, “apagando fuegos”. Es en éstas ocasiones cuando se hace imprescindible tener unos conocimientos mínimos, y sobre todo estar concienciados, de lo que es la enfermedad. Actuar en cualquier otro sentido nos convierte en auténticos pirómanos de la enfermedad, quedando la prevención y la promoción en pura utopía.
Todo esto se puede complicar aún más, si tenemos en cuenta que existen peculiaridades individuales y como dicen algunos no existen enfermedades sino enfermos. Ya se está hablando de terapias y dietas individualizas. Ya se celebran congresos de enfermedades raras y tenemos una industria farmacéutica muy interesada en anotarse un tanto con ellas (medicamentos huérfanos). Ya está demostrado que existen modificaciones genéticas que predisponen a la drogadicción. Pero realmente ¿estamos concienciados de que el toxicómano o el ludópata son enfermos? Pero es más, ¿están ellos mismos concienciados de que lo son?
Desde el punto de vista social, la principal crítica que ha recibido la definición de la OMS sobre la salud va en la misma línea estableciendo que ésta no debe ser un bien-estar sino un bien-ser. Así, el X Congreso de médicos y biólogos de Cataluña (1988) propuso una nueva forma de definir la salud como “la manera de vivir libre, solidaria, responsable y feliz. Es un bien-ser y no un bien-estar”.

Ideologías a parte, aunque ni podemos ni debemos identificarnos con un órgano, el cerebro, es éste el que rige y controla el funcionamiento de los demás. A pesar de ello, el cerebro es el gran desconocido y las enfermedades relacionadas con él están, por ello, envueltas en un halo de prejuicios que en nada ayudan a su conocimiento y mejora. Parece mentira que se pueda utilizar el cerebro para estudiarse a sí mismo, si quieren visualizarlo, vean el artículo de prensa que adjuntamos sobre “la imagen del optimismo” y “el arco iris del cerebro”.

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